domingo, 24 de julio de 2011

La Bailarina


Tomo el programa entre las manos, lo hizo tubo, estrujo con fuerza, con odio.

Apretó, cada vez mas fuerte hasta verlos desquebrajarse, deformarse las caras, los tiempos, las propagandas.

Todo aquello muto a lágrimas violentas y coloridas en el suelo alfombrado rojo.

Las mujeres a los costados lo observaban preocupadas quizás.

El atravesaba sus cuerpos como si estos no existieran, como si a su gusto estas se evaporaran.

Solo existía ella.

Ella que en las manos blancas desdibujaba el mundo.

La veía bailar y detestaba que muy a su pesar, debía prestarla a ese montón de desconocidos que ahora la admiraban desde sus palcos.

Las horas corría tiempo de danza, las piernas de aguja marcaban a su paso cada uno de los segundos en los que debía tolerar que la rodearan, que se asombraran ante la majestuosidad de sus movimientos….

¿¿Que esperaban estos idiotas…. ??

Entonces apareció el.

Eso que denominaban “bailarín” pero, el llamaba estorbo, dificultad, tropiezo.

Entre sus charlas era “Ese”.

La música ya no se sentía en el teatro, todo lo cubría el crepitar de su corazón, el pulso nervioso y salvaje era algo que el Maestro no podría manejar.

Odiaba a ese indeseable y los compañeritos que “le hacían el aguante”, que toleraba y avalaban este ridículo baile que el tanto reprobaba

Saco los cigarrillos, bajo el tabaco resignado

No ya no lo podía soportar, el corazón ya no lo toleraba…

Se puso de pie, como si se tratase de la mayor se sus perdidas, acepto la derrota, camino por el largo pasillo ascendente y salió de la platea.

Bajo el telón,

La gente corría por los pasillos felices, algunos se abrasaban, otros también lloraban.

Nadie podía creer que después de meses de práctica todo al fin había terminado.

Caminaba despacio, todavía sentía la adrenalina, los aplausos, las miradas…

Al llegar al marco de la puerta, en su camerino, desde la obscuridad una rosa roja obstruyo su paso.

_ Qué haces acá??

_ no puedo venir a verte??

_sabes que no… , mi viejo podría estar cerca _

_Déjate de joder, tu viejo no va a venir. Me tiene que ver toqueteando a la nena y no se la banca_

_Sos un asqueroso, eso es lo que no le gusta a mi papá, además yo también te dije que no quería volver a verte._

_ No puedo creer que caigas en el juego de tu viejo Nadia… Sos una pendejita al final _

_ ¡¡¡No soy una pendeja!!! .

Me das asco Ariel!! No quiero tenerte cerca porque, no soy nada para vos _

_ ¿¿Que, querías ser la única?? Bueno, ok.

La lámpara colgante del techo se bamboleo, al tiempo que apenas se la escucho chocar contra la puerta.

Espero al menos unos 40 minutos finalizada la obra, aquello le pareció una eternidad.

Las flores apenas sobrevivieron sus ataques de nervios.

Respiro muy profundamente, observo el reloj en su mano izquierda. Espero unos minutos más y se decidió a entrar en los pasadizos sin consultar siquiera.

Llego a la puerta rosada, con la estrella en medio. No toco, solo entro.

El espacio se detuvo, aquello que tenia en frente no era más que un estorbo repleto se sangre con una navaja en su mano.

La miro por algunos segundos, apenas si noto la figura de Ariel.

La noto inerte.

Una roja Rosa china marchita , recién caída de su planta , envuelta en sus tules que no hacia mas de unas horas bailaban en toda su gracia y ahora terminaban violadas esa estúpida cadena que llamaban vida.

La alzo del suelo; No hablo solo la levanto, le acaricio el rostro con ternura y se la llevo.

Traspaso la puerta del teatro.

El pueblo entero se hundió en penumbra y silencio.

La sentó en el asiento delantero, a su lado.

Manejo camino a su casa, en compañía inoportuna, intangible de oficiales de policía y sus sirenas.

Abrió la puerta, subió las escaleras, entro a la habitación y la coloco en la cama.

Tomo su osito de peluche, recostó a su lado y los tapo a ambos.

Había una silla cerca de la puerta.

Se sentó a su lado para verla descansar.

Todo se acabo cuando los oficiales lo tomaron por la espalda y cubrieron a su princesa.

Cuando contaron las puñaladas, las 23 puñaladas en su cuerpo.

Cuando por fin el tendal de lágrimas se dieron gusto en sus mejillas.

Aun así, su pequeña seguía jugando a ser mujer en la pista.

Seguía bailando solo para el.

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